viernes, 20 de abril de 2012

Lonely happiness.


Huir de todo era un pensamiento constante, abrumante. “Tal vez hoy escriba una nota, la deje sobre mi escritorio y me resigne a  desaparecer”.
Desaparecer, “que verbo tan mágico”, pensaba. “Las cosas desaparecen, a veces de la nada. Se pierden, nadie sabe dónde están. Yo quiero que nadie sepa dónde estoy, y que nadie se acuerde de mi paso por este lugar.”
Rebecca es pensativa, y no habla. No expresa sus emociones más que con un vago sí o no. A veces alguna que otra sonrisa, sacada por comentarios chistosos de sus compañeros.
Tenía amigos, sí, pero ella sentía que nadie podía valorarla. Nadie podía sentarse a escucharla hablar sobre a lo que ella le gusta. Si algunos supiesen todas las cosas que tenía para decir, se sorprenderían.
Rebecca amaba la vida, nunca pensaba en morir. Le gustaba investigar, leer, sentarse largas horas y pensar, soñar. Su solitaria vida siempre en contraste con la de sus hermanos, la llevaban a pensar que ella no era parte de ese lugar, de ese núcleo, de esos alrededores. Es más, Rebecca amaba tanto la vida que no se cansaba nunca de buscar algo nuevo para aprender, para descubrir; esos pequeños misterios que sorprenden y no se olvidan. El problema yacía en la imposibilidad de contar esas cosas, de sorprender e ilustrar a alguien más con su pequeño hallazgo.
Por eso Rebecca estaba decida a estar sola, a encerrarse en su vasto mundo de curiosidades, de nimiedades que para ella lo eran todo. Tal vez su más grande descubrimiento, fue el placer de la soledad.

1 comentario: