domingo, 12 de febrero de 2012

Fog.


Había una niebla en el aire espesa, somnolienta, gris. Yo estaba rodeada de algo desconocido, yo era lo desconocido, me fundía con él. Mezclaba mis sentimientos con algo de cianuro, tres o cuatro lágrimas y... voilà! El perfecto cóctel para irme de aquí, para dejar de sufrir. Es triste como a veces uno busca terminar el sufrimiento con más sufrimiento, como buscando hacer que el dolor sea más corto y de un solo tiro. Es triste saber que con tanto por delante, uno prefiere enceguecer ante la intriga de lo que puede venir, de mejores tiempos, de nieblas disipadas.
Mi Sol se escondió en lo profundo de las montañas, no hay escapatoria para algo tan intricado y mortificante, no hay llamado que valga la pena, ni esfuerzo que parezca surtir efecto.
El cóctel se acaba. Gota a gota, como mis lágrimas, una por una caen.
Hay personas que simplemente deben decir adiós, y dejarse fundir entre la niebla.

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