jueves, 21 de abril de 2011

Nothing.

Los días de lluvia siempre la ponían pensativa, meláncolica, sin ganas de nada. Era sentarse frente a la ventana, con la ropa más holgada y vieja del placard, café en mano y cientos de pájaros en la cabeza. Así estaba las horas, mataba minutos con la pistola de su mente, olvidaba por un momento que allí afuera había un mundo que seguía moviendose, inherente a lo que ella hacía. Ella estaba apartada, aislada; las puertas cerradas, la música más lenta y tierna sonando por detrás, prestando atención a las letras que parecían combinar con cada uno de sus recuerdos; cada verso encajaba perfectamente con un hecho ocurrido anteriormente, ya sea pequeño o grande. Esos días donde cualquiera que entre se preguntaría "¿qué le pasa? ¿Está enferma? ¿Depremida acaso?". No, no estoy enferma y no estoy deprimida, no estoy enojada, no estoy angustiada, no estoy decepcionada, no estoy desesperanzada; el mundo es muy grande y la vida muy corta para poder filosofar a cerca de todos los males. Simplemente estoy feliz, no necesito más nada de lo que está acá, no necesito más que a mi ropa holgada y vieja, que a mi café, que a mi música hipnotizante y nostálgica, no necesito preocuparme por limpiar esto u ordenar aquello, por qué trabajos tengo que entregar la semana entrante o qué es lo que tengo que estudiar, por hacer la lista de compras. Pero bueno, si contesta esto estaría horas girando sobre lo mismo, así que se limita a un simple y sencillo: "Nada."

No hay comentarios:

Publicar un comentario